10 feb 2009

claroma









Me sentí completamente en el desierto.
Caminé cerca de 10km para llegar al caracolero y la verdad, sin ofender a los claromequences, no me pareció nada del otro mundo.
Pero la caminata fue de lo más placentera, estuve en otro mundo (esos momentos son eso: otro mundo, por eso viajo)
Creí experimentar por un rato la vida de los que viven en el desierto. Todo lo que hay alrededor es camino, para donde mires es lo mismo. Arena y sol. Arena y sol. Mucho sol, que era como Dios, te aplastaba el cerebro. El único tamarisco visible quedaba muy cerca, o muy lejos.

Pero la diferencia es que yo tenía al mar. Por suerte, porque Dios me habia empezado a malhumorar.

Me desnudé y refresqué mis ideas.

vivi. thelaw. a rodar mi amor.










Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

que te quiero verde

jardin botanico


y yo también


9 feb 2009

nocturna


PRIMERO
















He dado el salto de mi al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
(A. Pizarnik)